El ácido hialurónico es una sustancia que es producida por nuestro propio organismo de forma natural y que, con la edad, se va produciendo en menor medida. El ácido hialurónico es el encargado de mantener los tejidos en su posición y a la vez mantener la piel hidratada. Cuando esta producción disminuye, los tejidos empiezan a caer descolgándose y perdiendo hidratación y volumen, quedando la piel más seca y apagada.
Con el paso de los años la piel pierde su elasticidad y disminuye su fuerte unión a los tejidos más profundos, haciendo que la piel cuelgue y que se produzcan arrugas. Un lifting sube la piel pero no mejora todas las arrugas, por ejemplo las de alrededor de la boca. Los labios pierden volumen y quedan más finos.
Su aplicación más habitual es sobre las arrugas peribucales, comúnmente conocidas como código de barras. También se utiliza para aumentar el volumen de los labios y en las arrugas de marioneta. Lo más habitual es utilizarlo en el tercio inferior del rostro.
El ácido hialurónico no produce alergias ni ningún tipo de rechazo; y, al ser un producto natural, no requiere pruebas previas de rechazo ni de ningún otro tipo.
Su forma de aplicación es a través de una aguja muy fina. Se inyecta el ácido hialurónico por debajo y a lo largo de cada arruga para que disminuya su profundidad. Se tolera muy bien, no es un tratamiento doloroso, sólo molesto. A pacientes con más sensibilidad se les recomienda una crema con efecto anestésico antes de la aplicación del ácido para que no noten ninguna molestia.
Otra de las muchas ventajas del ácido hialurónico es que no necesita tiempo de baja ni de recuperación, se puede hacer la vida habitual inmediatamente después de su aplicación.
La única recomendación es no tomar el sol durante dos o tres días después de su aplicación.
La duración de su efecto es limitada: dura aproximadamente un año, el ácido se va reabsorbiendo gradualmente, volviendo a aparecer las arrugas en el mismo estado en que estaban con anterioridad al tratamiento.